
Un buen líder puede transformar la cultura de un equipo. Uno malo también. Pero en sentido contrario. Viví ambas experiencias en la misma empresa y en menos de un año. Y lo que aprendí se me quedó grabado para siempre.
Llegué a una multinacional tecnológica para construir y escalar un nuevo departamento. Y desde el primer minuto, mi líder me dio algo tan sencillo y a la vez tan escaso: confianza real. Me abrió puertas, me respaldó, me dejó hacer y, sobre todo, estuvo presente. Eso no solo nos hizo crecer. Nos hizo equipo.
Tiempo después, la organización hizo un cambio y pasamos a depender de otro ejecutivo. Desde el inicio fue distinto. No hubo conflicto abierto. No hubo diferencias ideológicas. Hubo algo peor: ausencia.
No era que no habláramos nunca. Ocasionalmente, sí teníamos reuniones. Pero sin vínculo. Sin escucha.
❌ No contestaba mensajes ni correos.
❌ No se presentaba a las reuniones individuales.
❌ Nunca mostró interés real por entender lo que hacíamos o quiénes éramos.
Eso sí, nos envió un correo colectivo hablando de la gran confianza que tenía en nosotros.
📩 «Confío plenamente en vosotros», decía en el correo.
🫥 Pero lo que pensamos todos era: «¿Confías? ¡Pero si ni siquiera estás!»
Dicho mail trajo a mi memoria una anécdota en otras de mis experiencias profesionales. Había un ejecutivo, que cada vez que venía a la oficina me saludaba preguntándome: «¿Cómo está tu hija?» Estaría bien, si no fuera porque yo no tengo una hija. Tengo dos hijos. Intenté decírselo varias veces… pero nunca se quedó para escuchar mi respuesta. El alto ejecutivo había aprendido en algún MBA que preguntar por lo personal genera confianza. Lo que no aprnedió es que si no lo haces con autenticidad, si tu interés no es genuino, generas el efecto contrario. De hecho, cuando se iba, los trabajadores bromeábamos sobre la hipocresía de la pregunta.
Volviendo a la situación en la multinacional tecnológica, en un acto que a priori parecía acertado y conscientes de que había un problema estructural de liderazgo, la empresa decidió enviar al middle management a una formación de liderazgo de la FranklinCovey (de las caras). Curiosamente, los ejecutivos no asistieron.
En una de las sesiones, un director —dependiente del mismo ejecutivo que yo— soltó sin querer lo que todos pensábamos: «Los que tendrían que estar en esta formación no están» 💬
Hubo un silencio. Y luego risas. Era incómodo… pero era lo que todos pensábamos.
Como era predecible, los conflictos no tardaron en aparecer. Los equipos no estaban comprometidos con los objetivos de la organización y la gente trataba de eludir sus responsabilidades trasladándolas a otros. Los resultados llegaron, vaya si llegaron…. acompañados de una ola de despidos masivos. Por supuesto el ejecutivo no dio la cara ni presencial ni virtual.
Gracias a esa experiencia, aprendí de primera mano que la confianza es el pilar número uno sobre el que construir equipos de alto rendimiento. Sin confianza no hay resultados. La confianza necesariamente ha de empezar desde los equipos de liderazgo, se construye en el día a día y se demuestra con hechos.
Las 5 características de un equipo cohesionado – la pirámide de Patrick Lencioni
¿Alguna vez te has visto en situaciones similares?
Si lideras personas, sabes que la confianza no se impone: se gana.
Sabemos que no somos los únicos que pensamos así. Desde Dauxa estamos convencidos que existen mejores formas de trabajar. Es por eso que acompañamos a líderes y a equipos a construir culturas donde la confianza no es un valor decorativo o una palabra vacía, sino una práctica cotidiana. Lo hacemos a través de coaching de equipos, formaciones prácticas y divertidas y acompañamiento.
En nuestra propuesta de aprendizaje «El Viaje del Líder» te ayudamos a alinear tus valores con tus actos, y a construir un liderazgo coherente, auténtico y transformador. Eso sí, ten en cuenta que no sirve de nada contratar este curso si luego los protagonistas del cambio no acuden.
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